Desde 1959, ¡Trenes en una cueva!
Una cueva es un medio con un equilibrio precario. La presencia de arte prehistórico hace aún más indispensable el respeto de este equilibrio.
Conciliar, visitar y conservar implica precauciones especiales como la limitación del número de visitantes o la gestión de las luces, atendiendo tanto a su duración como a su potencia.
Por esta razón la visita a la cueva de Rouffignac tiene lugar a bordo de pequeños trenes eléctricos que canalizan el público, transportan la iluminación y garantizan cierta discreción a nuestra frecuentación repetida en la cueva.
Esta planificación, creada en 1959, es única en una cueva ornamentada.
En una hora de exploración, se permite al visitante experimentar la naturaleza impresionante del lugar y descubrir su arte prehistórico, sin ningún esfuerzo y sin peligro para su conservación, mientras se disfruta de una visita comentada.
El primer tren de la cueva, a la salida de la visita, en los años 60.